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NUESTRAS CHACRITAS…LA CRIANZA DE LA VIDA…una práctica ancestral en nuestras comunidades andinas.

Cada ser viviente en este mundo tiene una razón de ser y estar. Esta dualidad tiene que ver con la reciprocidad de los espacios compartidos, de los tiempos en los cuales el ser humano entra en sincronía con la naturaleza, con el medio ambiente, con la realidad, con su cosmovisión. La relación de convivencia entre el ser humano-naturaleza es el inicio, la génesis de la crianza entre el mundo andino y el mundo occidental, dos contextos donde se practican diversos conocimientos que pueden convivir en armonía, si ambos se respetan y valoran.

Existen dos realidades, cada una de ellas se debe respeto mutuo, pero la ciencia y la tecnología, el desarrollo, el progreso, alteran este ecosistema sociocultural-espiritual (clima, agua, viento, lluvia, presencia de heladas, sequias prolongadas) afectando la crianza de la vida (nuestras chacritas) nos vemos obligados-obligadas a acudir a nuestras deidades andinas APUS, seres divinos existentes en las altas montañas para disculparnos-respetarnos y entender esta sincronía humana.

A través del tiempo y el espacio, esta interpretación de la crianza de la Pachamama- Apus, se ve inviabilizada, alterada, por la modernidad, descartando la tradición, nuestra cosmovisión, nuestra sabiduría calificándolas como obsoletas, por el tamaño de la producción y el tiempo de la producción (revolución verde) la práctica de tecnologías nada pertinentes al contexto en el cual desarrollan sus prácticas agrícolas-productivas, destruye nuestra Pachamama como consecuencia se transforma el ecosistema y la pérdida de la biodiversidad.

La agroecología permite empoderar a la población de las comunidades andinas quechuas y aymaras porque conserva, regenera la agrobiodiversidad; produciendo alimentos sanos con bajos insumos externos y empoderando a las poblaciones-organizaciones campesinas sobre una práctica ancestral conservada durante siglos; la agricultura del policultivo-soberanía alimentaria, una alternativa a la actual situación de incertidumbre que vivimos a causa de la pandemia mundial. Hablamos del emprendimiento y resiliencia de nuestros campesinos ante situaciones coyunturales que por falta de asistencia del Estado, vienen practicando generación tras generación.

Actualmente nuestras comunidades campesinas continúan practicando estos saberes ancestrales las ONG que trabajan en estos temas y las instituciones académicas, vienen revalorando y visibilizando estas prácticas de crianza acumuladas durante generaciones pero postergadas y desplazadas por la influencia de la agricultura industrial. En muchos lugares se va perdiendo ya que no existen para proteger y revitalizar el conocimiento tradicional.

Existen muchos paralelos entre la agricultura del policultivo y el enfoque científico, sabemos que las poblaciones de los originarios, tuvieron una diversidad increíble, no fue reduccionista (monocultivo) como lo es la agricultura industrial convirtiendo la tierra-nuestra Pachamama en un desierto demográfico y biológico, contrario a lo que practicaron nuestros antepasados. A esta práctica también se le atribuye la estigmatización social-cultural de “la comida para cholos”, una alimentación sana y nutritiva.



Diversos estudios realizados por médicos demostraron que nuestras poblaciones andinas conocían de nutrición y preparaban sus alimentos de acuerdo las señas que mostraba la naturaleza anticipando una futura pandemia. Es momento de reflexionar y analizar nuestra forma de vida “moderna”, retomemos la cosmovisión andina, aprendiendo a criarnos entre la ancestral-lo occidental y la ciencia, diálogo de sabidurías entre lo occidental y andina, en términos de equivalencia-reciprocidad y enriquecimiento mutuo.

La palabra crianza nos quiere decir respeto por todo aquello que nos rodea porque es un ser vivo que convive con nosotros, con atributos, cualidades. El Allin kawsay atribuye a la crianza en términos filiales, cariño, respeto desde la cosmovisión andina. Toda esta sabiduría ancestral si se pone en práctica se revitaliza la identidad, la autoestima de las poblaciones indígenas andinas quechuas-aymaras y se podría reducir las brechas de anemia y desnutrición y mejorar los hábitos de consumo de los alimentos-soberanía alimentaria.



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